Para muchas familias sintonizar el discurso del Rey el día de Nochebuena es una tradición, si bien es cierto que para no pocas personas oírlo con atención es toda una odisea por el ruido y el jolgorio propios de la celebración navideña. Como ya han pasado unos días, para los que no tuvisteis la oportunidad de verlo y analizarlo, estos son el texto íntegro y el vídeo con el mensaje que ha querido transmitir esta vez el Rey Don Juan Carlos.
Días más tarde de su emisión, los datos de Kantar Media revelaron una caída de la audiencia media de 341.000 espectadores respecto al pasado año, y una disminución de más de 2 millones de espectadores en los últimos 15 años. Adicionalmente, en esta ocasión lo emitieron un menor número de cadenas de televisión en comparación con años anteriores.
Si ahondamos en el por qué, una de las causas fundamentales de esta aparente falta de interés es, sin duda, la crisis de confianza por la que atraviesa la institución ante la opinión pública, debido a la serie de acontecimientos ocurridos en los últimos meses y que de sobra todos conocemos. El punto de inflexión se produjo en octubre de 2011 cuando el CIS reveló, por primera vez en la historia, que la Monarquía suspendía en valoración ciudadana, con un 4,89 sobre 10.
Desde entonces, la Casa Real ha hecho esfuerzos por mejorar su imagen y mostrarse más cercana: entre otras acciones, ha actualizado su web, ha abierto un canal en Youtube para difundir los discursos del Rey y otras acciones de la Familia Real, ha creado un área infantil para acercar la monarquía a los niños y ha hecho pública sus cuentas.
Nos encontramos ante un claro caso de comunicación de crisis en el que guardar silencio podría haber sido la peor decisión. El objetivo de una institución como esta es asegurar su existencia para garantizar su continuidad y futuro. Para ello, debe trabajar de forma transparente para recuperar la confianza de los ciudadanos.
2014 traerá una nueva oportunidad a la Casa Real para desarrollar una estrategia de comunicación eficaz que contrarreste la imagen negativa de la Monarquía, un gran reto en el que, en menor o mayor medida, todos estaremos implicados. ¡Feliz año!